miércoles, 27 de junio de 2012

Debates

Vivimos un momento político, económico y social que propicia el debate público, y aunque las televisiones apenas han cambiado sus programaciones para darle más cabida, e incluso algunos han desaparecido, como es el caso de 59 segundos, es verdad que hay cadenas que los tienen y los mantienen, e incluso en algún caso son el buque insignia de éstas. Quizás el ejemplo más relevante de estos últimos sea el de El gato al agua (Intereconomía), programa que cuenta con un grupo de colaboradores de excelente nivel (quizás le faltan en mi opinión más representantes del ideario político de izquierdas o le sobran voces del de derechas), que lo hacen muy interesante en cualquier caso.
El pasado lunes coincidió en parte de su tiempo con el Debate en la noche, de RTVE, Canal 24H. Otro que cuenta con similar estructura (entrevista a un personaje de actualidad y tertulia posterior) y con una nómina de colaboradores de gran nivel igualmente. También, TV Mediterráneo, cadena regional valenciana, pone en antena, en horas coincidentes, El faro, informativo que al final reúne cada noche a un grupo de tertulianos y especialistas para debatir temas del día.  
Diariamente LaSexta, de 12:30 a 14:00 ofrece Al rojo vivo, que sigue los cánones ya expuestos y que compite directamente con los minidebates que se plantean dentro de los magacines matinales de la principales cadenas, y que adolece en cierto modo de lo mismo que el de Intereconomía, quizás no tanto por la desigualdad en la balanza de los colaboradores como por el enfoque y las temáticas recurrentes que utiliza, cosa que desde luego no merma su buen nivel. Los fines de semana hay descanso. Y es entonces cuando aprovecha Telecinco para sacarse de la manga El gran debate y otros similares, encajados en programas de color rosa (o tal vez rojo sangre, la de los gladiadores heridos), que brillan por sus planteamientos oportunistas y populacheros, la escasez de tiempo y los gritos de sus colaboradores, quienes se interrumpen y se solapan continuamente en un afán por no dejar que los espectadores escuchen a los demás. Insoportables contertulios, tanto los malos como los buenos (léase de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, que aquí tanto da que da lo mismo). Inaguantable moderador de sonrisa cínica, mejor dispuesto para la fruslería que para la trascendencia y que solo impone orden cuando deja de ironizar con chistecitos tontos y se pone a gritar más que los otros. Infumable gran debate.

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